jueves, 8 de octubre de 2015

DOS DÍAS Y TRES NOCHES

"Dos días y tres noches"
"Los sueños íntimos¡ de  Eloísa" 
(Segundo relatos) 

Eloísa Román era una joven de unos 28 años. Se dedicaba a la moda; era asesora y coordinaba los desfiles con las pasarelas supervisando las nuevas colecciones. Se pasaba la vida entre Madrid y Barcelona, no tenía tiempo para el amor ni tenía pareja.
Su cabello era corto y rubio, tipo Marilyn Monroe, ligeramente ondulado. Su luz la hacía parecer mayor de lo que era. Su mirada era profunda y el color de sus ojos, gris plata. Inconfundible. Sus labios, carnosos y sensuales; su cuerpo, no era precisamente delgado, tenía los pechos firmes y unas caderas bien pronunciadas.
Una perfecta guitarra.
Era 15 de julio y hacía tanto calor que no se recordaba un mes de julio tan horrible como aquel en los últimos años.
Eloísa ya tenía sus deseadas vacaciones. Llevaba demasiado tiempo sin descansar y disponía de quinces días para ella. Este año estaba muy estresada por el gran volumen de trabajo que había tenido.
Para su descanso había elegido un apartamento precioso en primera línea de playa. Anhelaba tomar el sol y tenderse en la arena y por la noche, cuando se quedase dormida, escuchar el vaivén de las olas al romper contra la arena.

Su primera noche allí llegó tarde y solo pensó en descansar, lo necesitaba. Era la hora de irse a la cama, de modo que fue al servicio y se preparó para pasar la primera velada en su retiro. El servicio no era grande y poseía un espejo viejo y un lavabo con muchos usos, demasiados; miró su reflejo y solo vio cansancio. Peinó su cabello y, sin más, se fue a la cama, en la que se quedó dormida nada más caer.
A la mañana siguiente se levantó tarde. Había dormido mucho, por lo que se puso un biquini azul cielo, se colocó un pareo de flores azules y rosas, y se encaminó a la playa donde, nada más llegar, tendió su toalla y se sentó en ella. Se echó el factor de protección potente que había comprado. Impregnó su cuerpo de aquel líquido brillante, se puso sus gafas oscuras y miró a su alrededor; no era una playa muy concurrida, había algunas familias con sus niños, pero lo que le llamo la atención fueron dos jóvenes que había delante de ella. Uno tendría los treinta años y el otro no más de veinte. Estaban jugando al balón. Eloísa se fijó en el mayor, este poseía un bello torso de piel dorada, un moreno perfecto del sol, por otro lado, su tableta

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