lunes, 26 de octubre de 2015

DOS DÍAS Y TRES NOCHES

Evelyn  Era una mujer elegante, delicada y poseía una serenidad que contagiaba, a pesar de ser guardia de seguridad y pasarse las horas haciendo deporte.
Una noche que hacía su ronda, eran cerca de las dos de la madrugada y ya había revisado las afueras de la empresa, así que decidió entrar en el edificio; echaría un vistazo dentro por si algún empleado se
había dejado alguna luz encendida o puertas que se habían quedado abiertas. Se fijó en que había claridad en un despacho.
—¡Mierda, es el del mandamás! —dijo para sí mientras se acercaba a la puerta—. ¿Cómo puede haberse quedado hasta estas horas trabajando?
Ella no conocía al jefe aunque suponía que sería un hombre mayor, de ahí que no pudiese evitar su sorpresa al verle: tendría unos 40 años, bien cuidado, de cuerpo fuerte, pelo negro, y guapo, muy guapo e interesante. Estaba sentado delante de su ordenador, abstraído en algo, y ella, con los nudillos, llamó y le saludó:
—Buenas noches, señor. —El hombre levantó la cabeza y miró a la joven de arriba abajo, desnudándola con los ojos.

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