Dos días y tres noches
Se
inclinó para ver mejor la imagen de la pantalla, y, sin saber cómo sucedió,
estaba acorralada contra la mesa y su jefe le desabrochaba la blusa.
Su corazón comenzó a latir
a mil por hora, ¿qué debería hacer ella?, ¿salir corriendo y dejarlo? De todas
maneras, a la mañana siguiente estaría despedida. Por su cabeza se cruzaban mil
ideas, y ante lo que menos esperaba, se quedó paralizada; su jefe ya tenía sus
pechos en la boca y sus manos sobre la espalda, acariciándola. Aquello le
estaba calentando la sangre
No hay comentarios:
Publicar un comentario